viernes, 4 de julio de 2008

Una expectativa esperanzada

Bolivia es el único país sudamericano que no tiene salida al mar. La guerra del Pacífico del siglo XIX en la que intervinieron Perú, Chile y Bolivia, guerra que la dejó sin parte de su territorio y sin acceso al Pacífico. Durante la década del ’50 del siglo XX una sublevación popular expulsó del gobierno a las tradicionales clases dominantes y surge un nuevo gobierno que produjo cambios importantes en el país.

Pero las viejas clases explotadoras no renuncian a sus privilegios perdidos. Conspiran, entre ellos los militares y la jerarquía eclesiástica, y comienzan el trabajo de zapa hasta desgastar, corromper o a cooptar a los nuevos gobernantes. Simultáneamente la izquierda tradicional y las direcciones de algunas organizaciones sociales no supieron encontrar propuestas para superar las sucesivas crisis en que ha entrado toda la Nación. La inestabilidad política e institucional se hizo crónica en la vida del país. A fines de ese siglo las fuerzas armadas irrumpen violentamente en favor de las viejas clases opresoras e instauran una cruel dictadura. Esa dictadura destruye la economía del país y la población sufre los peores vejámenes, impera la corrupción, el empobrecimiento general se multiplica y la degradación penetra por todos los poros de la sociedad y del poder.

Los gobiernos se fueron sucediendo unos tras otros hasta que la población, harta de tanta inmoralidad y destrucción, impulsada por los campesinos, los pueblos indígenas y los pobres de las ciudades inician las sucesivas sublevaciones, ocupan las carreteras y barriadas de las grandes urbes y, en ese marco, conforman nuevas estructuras que promueven nuevos dirigentes no comprometidos con el pasado.

El proceso rebelde expulsó a los gobernantes corruptos y obligó a las elecciones de octubre de 2005, en las que resultó electo el sindicalista Evo Morales, conocido además por su condición de indígena aimara, fenómeno que rompe con casi 500 años de dominio de las clases explotadoras. El 21 de enero de este año, ante los amautas, -sabios y sacerdotes-, Evo Morales jura en el templo de Kalasasaya donde habló, en medio de un impresionante silencio de los 20 mil nativos de varios pueblos con sus ponchos colorados, de su plan de gobierno y les pidió que “controlen y vigilen mi gobierno, vigílenme a mí, y si me equivoco, por favor corríjanme”.

Al día siguiente, con la presencia de dirigentes bolivianos y personalidades de todos los continentes, asume como presidente constitucional de Bolivia. En su discurso de asunción afirmó que a los pueblos originarios las clases dominantes “jamás los reconocieron como seres humanos, siendo que estos pueblos son dueños absolutos de esta noble tierra, de sus recursos naturales.” Culminó recordando al Subcomandante Marcos de que va “mandar obedeciendo al pueblo”. Un nuevo proceso y una nueva expectativa esperanzadora están en marcha.

Enero de 2006.

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